Las feministas de la Librería de Milán señalan que la sororidad es a las mujeres lo que fraternidad es a los hombres.
Procede de la palabra sorella que significa hermana y se define como una relación interpersonal entre mujeres; tan antigua como el mito griego que describe a Artemisa, Diosa de la caza, como la protectora de las jóvenes de ser raptadas, violadas y/o sacrificadas.
Una acción de una mujer-diosa apoyando a otras mujeres-reales, tangibles y concretas.
Acciones como las que realizan las mujeres del Equipo interinstitucional contra la violencia, o quienes están a cargo de los refugios o albergues de mujeres que viven violencia familiar.
Las fraternidades o hermandades entre hombres nacen de las alianzas que éstos han realizado con los Dioses y de quienes han recibido el poder de mandar.
El pacto constituye uno de los ejes básicos de la condición masculina y de su calidad de sujeto histórico-político.
En el libro del Génesis se narra el pacto que Dios hizo con Abraham. Éste recibió poder legítimo para ser el jefe de su familia y de su pueblo, así como el derecho de dictar los lineamientos y las decisiones sobre lo que deberían o no hacer.
De estas alianzas con la divinidad nacen las fratrías o hermandades, espacios donde los hombres se alían y establecen relaciones de dominación tanto en la esfera pública como en la privada.
La dominación no sólo es de género sino que también toca la edad, la raza, la nacionalidad, la etnia, la religión, la política, la clase social o económica, etc. Las mujeres, atomizadas en la esfera de lo doméstico, quedan excluidas del pacto.
Los vientos cambian y llega el momento en que las mujeres reclaman sus derechos e irrumpen en la polis.
Al salir de los patios interiores en los que estaban sometidas, apagando las antorchas de su realización personal, las mujeres hacen alianzas y, en sororidad, conquistan el derecho a la educación que desde tiempos del ágora les estaba vetado; critican la adscripción de Sofía a los quehaceres domésticos y la ponderación de la educación para Emilio.
Exigen jornadas laborales más cortas, sueldos dignos y la valoración al trabajo no tan sólo al ejecutado por manos femeninas sino también el realizado por los hombres.
Abanderan las huelgas de Río Blanco en Veracruz y la de Cananea en Sonora. Mueren acribilladas y quemadas en el incendio de la industria Cotton en Nueva York.
Ganan la ciudadanía plena, es decir el derecho de votar y ser sujetas de elección popular.
Logran el derecho a elegir pareja, a decidir el número de hijos y el espaciamiento entre ellos, el derecho a heredar y recibir herencias, entre otros muchos derechos.
La sororidad se refleja, asimismo, en las diversas acciones promovidas por los grupos de mujeres y feministas que impulsan los presupuestos de género para abatir la pobreza femenina y las principales causas de mortandad materna; que procuran becas para las jóvenes con embarazos en edad temprana y debaten en la tribuna la violencia familiar y la violación dentro del matrimonio, temas antes circunscritos a lo doméstico.
Incluyen en sus agendas la pornografía, el abuso sexual y la explotación infantil, la migración y la prostitución.
Estos logros no podrían alcanzarse de no ser por las alianzas entre las mujeres. La solidaridad consiste en la adhesión a una causa común.
Las mujeres tienden a aliarse por causas que les atañen, que tocan sus vidas o las de los seres cercanos a ellas.
Ejemplos de sororidad son las Mujeres de negro, quienes desde 1988, salieron por vez primera a la calle en Jerusalén para manifestarse contra la ocupación israelí del territorio palestino.
En un principio fueron 8 mujeres israelíes, tres meses después contaban en sus filas a cien manifestantes, entre ellas mujeres palestinas.
Hasta hoy mantienen su lucha y continúan saliendo a la calle cada viernes de 1 a 2 de la tarde.
Mujeres de negro se ha convertido en uno de los movimientos de mujeres pacifistas con mayor proyección internacional.
Hay grupos en Italia, Alemania, India, Australia, España, Yugoslavia y Estados Unidos.
Sus protestas son diversas: contra la guerra, la xenofobia, la inmigración, la pobreza, la violencia, el fundamentalismo, las armas químicas, el militarismo, etc., su mayor aporte es el planteamiento de que las mujeres pueden manifestar su opinión política, ser visibles en las calles y lograr el reconocimiento social.
La sororidad remite a las mujeres a un mismo objetivo: la igualdad en el ámbito público y en el privado.
Ser sujetas de todos los derechos políticos, económicos, sociales, medio ambientales y culturales.
Ser beneficiarias del desarrollo y vivir en paz. Supone un reto que requiere crear con tenacidad, dedicación, esfuerzo y paciencia espacios para vincular las alianzas y la solidaridad entre mujeres.
En este desafío los grupos de reflexión para mujeres que florecen en Argentina, Estados Unidos e Inglaterra en la década de los años sesenta, favorecen la toma de conciencia de las mujeres sobre su condición social, económica y política, en virtud de las atribuciones construidas culturalmente.
En estos grupos de reflexión se tienden puentes para que las mujeres establezcan lazos interpersonales y se solidaricen con otras iguales a ella al romper la atomización doméstica.
En la reflexión las mujeres buscan conformarse en sujetos sociales al conquistar la autonomía para, legítimamente, establecer el pacto entre mujeres: la sororidad. |